jueves, 17 de febrero de 2011

De rodillas pues!!!


DE RODILLAS.

Bautizo es el había-una-vez de un cuento de horror que por obra y gracia de los hombres se disfraza de verdad, para sembrar la semilla de miedo y sumisión que ha de redimir a esos bienaventurados hombres santificados que se revuelcan a placer en sus montañas de dinero.

Amén. 
A.G.

domingo, 6 de febrero de 2011

Oda al mar / Pablo Neruda


Aquí en la isla
el mar
y cuánto mar
se sale de sí mismo
a cada rato,
dice que sí, que no,
que no, que no, que no,
dice que si, en azul,
en espuma, en galope,
dice que no, que no.
No puede estarse quieto,
me llamo mar, repite
pegando en una piedra
sin lograr convencerla,
entonces
con siete lenguas verdes
de siete perros verdes,
de siete tigres verdes,
de siete mares verdes,
la recorre, la besa,
la humedece
y se golpea el pecho
repitiendo su nombre.
Oh mar, así te llamas,
oh camarada océano,
no pierdas tiempo y agua,
no te sacudas tanto,
ayúdanos,
somos los pequeñitos
pescadores,
los hombres de la orilla,
tenemos frío y hambre
eres nuestro enemigo,
no golpees tan fuerte,
no grites de ese modo,
abre tu caja verde
y déjanos a todos
en las manos
tu regalo de plata:
el pez de cada día.

Aquí en cada casa
lo queremos
y aunque sea de plata,
de cristal o de luna,
nació para las pobres
cocinas de la tierra.
No lo guardes,
avaro,
corriendo frío como
relámpago mojado
debajo de tus olas.
Ven, ahora,
ábrete
y déjalo
cerca de nuestras manos,
ayúdanos, océano,
padre verde y profundo,
a terminar un día
la pobreza terrestre.
Déjanos
cosechar la infinita
plantación de tus vidas,
tus trigos y tus uvas,
tus bueyes, tus metales,
el esplendor mojado
y el fruto sumergido.

Padre mar, ya sabemos
cómo te llamas, todas
las gaviotas reparten
tu nombre en las arenas:
ahora, pórtate bien,
no sacudas tus crines,
no amenaces a nadie,
no rompas contra el cielo
tu bella dentadura,
déjate por un rato
de gloriosas historias,
danos a cada hombre,
a cada
mujer y a cada niño,
un pez grande o pequeño
cada día.
Sal por todas las calles
del mundo
a repartir pescado
y entonces
grita,
grita
para que te oigan todos
los pobres que trabajan
y digan,
asomando a la boca
de la mina:
"Ahí viene el viejo mar
repartiendo pescado".
Y volverán abajo,
a las tinieblas,
sonriendo, y por las calles
y los bosques
sonreirán los hombres
y la tierra
con sonrisa marina.
Pero
si no lo quieres,
si no te da la gana,
espérate,
espéranos,
lo vamos a pensar,
vamos en primer término
a arreglar los asuntos
humanos,
los más grandes primero,
todos los otros después,
y entonces
entraremos en ti,
cortaremos las olas
con cuchillo de fuego,
en un caballo eléctrico
saltaremos la espuma,
cantando
nos hundiremos
hasta tocar el fondo
de tus entrañas,
un hilo atómico
guardará tu cintura,
plantaremos
en tu jardín profundo
plantas
de cemento y acero,
te amarraremos
pies y manos,
los hombres por tu piel
pasearán escupiendo,
sacándote racimos,
construyéndote arneses,
montándote y domándote
dominándote el alma.
Pero eso será cuando
los hombres
hayamos arreglado
nuestro problema,
el grande,
el gran problema.
Todo lo arreglaremos
poco a poco:
te obligaremos, mar,
te obligaremos, tierra,
a hacer milagros,
porque en nosotros mismos,
en la lucha,
está el pez, está el pan,
está el milagro.

viernes, 28 de enero de 2011

Salud, Graffiti y amor


Sisea la idea en su transito hacia la viva voz, desde guerreros silenciosos, apresurados y pacientes. Cada partícula habla siempre, son prolongaciones de la lucha, sacudiendo el interrogante callado. Hablan en la calle, por el oprimido, por la vida, por el hambre.
Gritan sobre los muros arrebatándole al poder las letras, los brazos y los corazones, para devolvérselos a la vida. A ese caudal indomable que no cesa de ser libre.

Antonio Gil.

martes, 18 de enero de 2011

Los perros

PERRO SEMIHUNDIDO.


PERRO MORIBUNDO.

¿De donde vino lo serio o lo mezquino entre ondulaciones pardas, que pasó con la quimera que me esboza una sonrisa? Señorita, es usted un vuelco arracional a prueba de moribundos. ¿A dónde irá mañana entre mis ánimos, donde estaré yo entre las nubes y el asfalto, es usted el lienzo de la paranoia que quiere salvarme los sueños otro segundo?

...Yacía tendido sobre mi cama, succionado entre las sabanas por el agujero negro de mi pecho. Pesaba que mañana sería mejor, o no sería nada; en otras palabras: un titán sin piernas, algo que crece a costa de su fuerza, un roble sin la ternura del ocaso. Por los pasillos donde alguna vez corrió indómita la música se deslizaba un susurro moribundo, canciones de atmósferas en soledad eterna por mis venas dilatadas. Mi corazón bombeaba aire y yo deseaba que se callara de una vez.

Su recuerdo avivó una hoguera, quisiera saber su nombre, pero lo último parecido a este momento me heredó una temporal pero profunda aversión al amor.
A. G.

viernes, 14 de enero de 2011

Cuentos del tedio

I

Entre las virtudes o defectos de la creatividad, se encuentra la capacidad de maquinar imágenes mentales con las mismas características de un recuerdo: hermosos ocasos frente a una ventana en los que se contempla el relumbrar de las plumas de las tórtolas, travesías por incisiones en el bosque donde se ocultan los nenúfares, fachadas coloniales coronadas con enredaderas de cerilla, multitudes dominadas en su trance por influencias musicales, cielos estrellados envolviendo las avenidas desoladas para competir con los faros de las aceras.

El repique de la última botella de cerveza deslizándose por el adoquín, impregnándose de los matices de las luces de neón, fue la llamada que le hizo abrir los ojos para escanear el panorama. Un vistazo que seguramente habría de entreverarse a futuro con el de otras noches decadentes del pasado o el presente.

Era de madrugada y ya todos se habían ido. Algunos que aun permanecían allí, al parecer, no volverían sino hasta medio día. Se podía deducir de sus cuerpos arrumados sobre los sillones entre el vomito y el vino desparramado; dormían tranquilamente gracias a las sustancias tan químicas, tan naturales, tan eclécticas, y gracias también, en menor medida quizá, a la firme creencia de que la vibración de los altavoces mantenía alejadas a las ratas y a las bestias. 
Ah, la música: orden y ley de los desvencijados antros, norma de los pasos y los saltos.

Entonces, viéndose como el único en pie, pudo disfrutar de la sensación de tener nuevamente control sobre sus piernas para poder dirigirse hasta su casa. Dejó atrás aquello que desde su perspectiva era el invariable paraíso del olvido, la confusión y el anonimato, para hacerse a lo necesario y así poder volver a presentarse nuevamente frente a las puertas del infierno, como un digno esbirro del caos, renovado.

Atravesó la salida. La calle era el campo de juego de su lucidez: donde los perros sonreían y las hojas de los árboles en una masa compacta y lozana se prolongaban en espirales por debajo de los autos, los elevaban por los aires, el conjunto viajaba hacia el horizonte disipándose en el infinito. Al ver a los puddle en su alegría jadeante se contentaba con pensar que era el delirio de ellos, no el suyo. De repente, un arlequín histérico le salió al paso y lo miró fijamente por un breve instante, después comenzó a desplazarse erráticamente dando saltos, giros, pasos cortos y todo un arsenal de monerías a la par que recitaba casi gritando:
- Si no se va a ninguna parte se es una rata delimitando la margen.
Una rata ha muerto deambulando, sus recorridos son historia. De su piel impermeable solo quedan restos o vestigios en los picos de los buitres que desvistieron al nuevo demonio. Ha acumulado demasiada energía por mucho tiempo.
¿A donde ira con su caudal de amor y rabia? ¿Acaso las palabras ya no salvan? ¿Quién es? ¿A dónde va? ¿Qué está haciendo? Ya no puede evadir la pregunta ni el hecho de no poder responder a todo, aun le pesa el carcelero y el policía que van arando la ruta de escape desaforada y esquizofrénica.
¡La rata muerta! esclava de la ley omnímoda de sí misma, ¿adonde ira su egoísmo cuando muera en los oídos de la gente? ¿A los latidos? ¿A la repulsa?
Al lado oscuro de la rata muerta en el que habitan las fantasías sublevadas poco le importa, al lado oscuro solo le basta otro tanto de represión para ser el psicópata que siempre quiso ser: respetuosa de la vida y las malas costumbres.
Está ahí, levitando, en medio de la esfera celeste de luciérnagas y estrellas, arropándose con el retazo más oscuro del horizonte.
Si amara a alguien sería más fácil, a riesgo de ser la muerta viviente, la esclava patética que odiamos todos.
Pero en fin, la vida sin riesgos no es para la rata muerta-.

El soliloquio del payaso ocasional le avivó la razón y la resaca.

-Las religiones también son publicitarias, la publicidad con su puta más artificiosa, la imagen, captando adeptos. No hay mejor manera de ser una mercancía que renunciando a la conciencia-. Pensaba.
Siempre se le oía decir que esa era una de las razones por las que eligió mirar el asfalto y delirar, antes que confrontar a los hilos de la manipulación que anegaban el paisaje en un constante crecimiento vertical y horizontal, invadiendo el espíritu de las gentes, o mejor aun, desgarrándoselo.
De hecho hablaba muy poco, si pasabas un periodo de tiempo con él podías pensar que era mudo; por lo general solo gritaba a su compañera la noche cuando se daba la oportunidad de consumar su interdependencia de ebriedad mágica.

Al llegar a su casa, la novedad, bienaventurada asesina de la monotonía, le deparaba otro pedazo de techo sobre la baldosa opaca. Atravesó los restos pantanosos sin detenerse.
…Sonó el teléfono. 

Al otro lado del muro Juana se despertaba con una mueca de fastidio, el sonido del teléfono de su vecino reemplazó al de su despertador.
Era domingo, la luz del sol fue un breve lapso que antecedió a la lluvia, el granizo y las ventanas junto con la fricción de las persianas de la puerta, y otros tantos elementos que hacían su entrada de manera impredecible, conformaban una percusión asimétrica; en el segundo piso la anciana solterona cantaba a viva voz el único bolero que podía recordar.
A Juana le bastaba con tener oídos para reorganizar en su cabeza la banda sonora de sus acciones, las cuales efectuaba de manera histriónica cada que tenia la oportunidad de hacerlo: operas íntimas, efímeras e irrepetibles.
Las maromas gastronómicas de la mañana dieron paso a un momento de lectura, un pequeño libro de cuentos, escritos al estilo de Hitchcock, era lo que hojeaba en el momento en que su puerta fue abierta de manera estrepitosa; muda en su asombro no tuvo más opción que escuchar atentamente, al borde de una crisis nerviosa, a la mujer que había invadido su destartalado departamento. La inesperada intrusa aparentaba tener alrededor de unos cincuenta años, le dijo a Juana con voz calmada que estaba huyendo de la policía, de dos oficiales que aparecieron de la nada mientras le daba una golpiza a un borrachín que pretendía atacarla. –El tipo ya estaba muy lejos de tener un buen semblante, y por estos lados los policías no preguntan-. Finalizó así su relato mientras se dirigía a servirse una taza de chocolate ante la atónita presencia de Juana.

La soledad, el aislamiento y la pasividad, son los compañeros de las aventuras más osadas e impulsivas. Juana, a pesar de su edad y belleza, no era una mujer precisamente sociable por lo que su estado de sorpresa le dio paso a una sensación de bienestar, casi de absoluta relajación: liberó sus músculos, esbozó un gesto de tranquilidad; se dispuso a disfrutar de la compañía de su invitada mientras escuchaba el silbido del aire que atravesaba la puerta aun abierta. Ambas mujeres conversaron hasta las seis de la tarde de ese domingo, en un clima de absoluta confianza.
Tras despedirse, la mujer mayor comprobaba la hora en su nuevo reloj de bolsillo mientras cruzaba la calle, con la sonrisa que a veces resulta de contemplar una mal habida adquisición.

Era media noche. Pocos podían conciliar el sueño.  Juana parada frente a la ventana movía la lengua, le gustaba pensar que saboreaba la adrenalina. Mientras tanto su vecino robaba un automóvil bajo la seguridad de la penumbra, no había un fin comercial de por medio solo necesitaba llegar a algún sitio. A la bella Juana le hubiera gustado acompañarlo, él por su parte esperó un momento para encender el auto: le hubiera gustado que lo acompañara una chica.
Juana en la ventana cerró los ojos para disfrutar intensamente de los sonidos de la escena, él por su parte con la mirada perdida construyendo una nueva quimera. Cuando pudo salir de su ensimismamiento aceleró a fondo, y ambos inmersos en el chirriar de los neumáticos naufragaron en su particular éxtasis. 

Observando los pliegues de su vestido que relumbraban ante la luz de la luna, Juana en su insomnio recordó que el teléfono y su ronroneo agudo eran el único eslabón de la relación con el ladrón, relación que se había hecho perceptible para ella a partir de ese momento, y cobraba con cada segundo en su delirio una importancia mayor. Este fue quizás el motivo por el que forzó la cerradura de la puerta. No fue difícil, dos manzanas a la redonda se mantenía en pie gracias a los enigmas de la podredumbre.
El apartamento estaba amoblado con una cama y dos sillas, no se detuvo a fisgonear en detalle; avanzó hacia el teléfono al ritmo los chasquidos de un ratón que despedazaba una bolsa de cereal: hizo unas cuantas reverencias, giros y saltitos, mientras sonreía alegremente ante las variaciones arrítmicas de los colgajos y tablas flojas que agitaba el aire; finalmente valiéndose de un martillo que levanto del suelo con un protocolo de movimientos, profundizó una abertura cerca de la línea telefónica hasta atravesar la pared, no se contentó con hurtar la conexión, también se llevó el teléfono hasta su casa, lo ubicó en la mesa de noche, al lado del suyo.

A las diez de la mañana del lunes el ladrón de autos se hallaba al pie de un río contemplando el caudal agitado, introdujo su brazo en el bolsillo de la chaqueta y sacó una fotografía. Contemplando la imagen pronunció para sí:
-Puedo revestir a los muros y su miseria con lapislázuli, mármol y oro.
Si pudieras recorrer mis ideas…
Ya no me interesa abrirte la puerta de mis imágenes.
Segundos después, sintió como algo se abría paso por su pelo hasta tocar suavemente su cuero cabelludo. Giró rápidamente, alguien le apuntaba con un arma. Miró fijamente a su asaltante y le dijo: -…Hagas lo que hagas vas a desperdiciar una bala-.

Augusto hablaba por celular mientras conducía, parecía confirmarle a un superior que había recuperado el auto.

jueves, 13 de enero de 2011

Amarillo amargo


Las flores pueden oír y llorar, están expuestas e indefensas a la mierda de las aves; están ahí, propensas a la alegría de las gentes; expuestas e indefensas a la amargura de los solitarios.
Tontas flores que no escuchan, entregaron sus susurros al aire, no conocen sus colores. Una vez que yacen entre las hojas secas, las flores oyen el crujido de la muerte y lloran sus carnes evaporándose en el silencio de sus últimas horas.

…No sufran, hermanas. Puedo verlas.
Antonio Gil.

martes, 11 de enero de 2011

Circus charLIE



La puesta en escena de nuestros sueños también es un acto dialógico - dijo el payaso-,  de repente los miembros de la mesa empezaron a discutir de manera desaforada, arrojando a la atmosfera del circo un bullicio incomprensible.

Cuando el recinto quedó en silencio el payaso triste volvió a abrir su bocaza:
-la puesta en escena de nuestros sueños deberá ser postergada, nuestros actos no ameritan más que una relación trivial con el público, cualquier vinculo intimo y\o personal pone en riesgo la integridad emocional de nuestra carpa, las gradas están llenas de traidores, lacras y prostitutas malagradecidas-. Los animales comenzaron a arrojarse estiércol mutuamente, los unos lloraban, los otros saltaban y chillaban; malabaristas y leones abandonaron el juego de cartas que desarrollaban en la jaula para unirse a la trifulca.
Entre el tumulto una jirafa alzó la voz: – ¡callad payaso cobarde, bufones y bestias!, volverá el amor o la tranquilidad y con él, los nombres de cada uno de ustedes. Es una promesa. Eso es todo… Bah, ¿ahora vais a apalearme?, pues adelante-. 
A. G.